En el Campo Experimental Norte del INIFAP
Miguel Mejía H.
SAN LUIS DE LA PAZ
Con una trayectoria de 48 años, de los cuales 35 ha pasado en el Campo Experimental del Norte de Guanajuato del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP); el maestro Ramón Aguilar García ha ofrecido toda su experiencia para generar alternativas para la mejora de los cultivos, mismos que no sólo son aplicables en la zona sino en todo el país.
Por ello, en este campo brinda una diversidad de cursos, talleres, diplomados, entre muchas otras actividades, que empareja con la investigación, con la finalidad de recuperar el campo y el agua, dar un mejor rendimiento y, sobre todo, adaptable al contexto local.
Es por ello que en la actualidad se realiza el taller “Retos y Conflictos y Oportunidades de la Actividad Agropecuaria-Forestal y su Impacto Ambiental en el Norte de Guanajuato: Una experiencia Técnico/Social”. El cual tiene por finalidad mejorar los sistemas de producción de alta siniestralidad, tanto en el rubro agrícola como en el ganadero.
En el taller se abordan temas selectos, los cuales “no están en los currículos de las escuelas de Agronomía, difícilmente en libros o publicaciones, al menos como lo articulamos, especialmente de Sistemas de Producción de Alta Siniestralidad”, aseveró.
Específicamente, sobre la alta siniestralidad, dijo, es un tema que preocupa en la actualidad tanto a productores como a los investigadores, donde se busca cómo entender esos temas productivos, encontrar los puntos débiles y lo que el investigador, como es su caso, puede aportar.
Destacó que este campo experimental incluye a los 13 municipios de la zona norte del estado (que incluye los 8 de la región noreste) con 1.3 millones de hectáreas, de las cuales 80 mil son de riego y 244 mil de temporal con cultivos cíclicos, por lo que más de 1 millón de hectáreas son de temporal lento.
Ante ese panorama, reveló es importante el manejo que se le da al agua, ya que desde la década de los cincuenta, del siglo pasado, llegaron diversas empresas con conocimientos y proyectos, donde a la par comenzaron a perforar para sacar agua subterránea, misma que tenía calidad pero al elevarse el número de concesiones de pozos, lo cual ha afectado la cuenca, como lo ha demostrado el geólogo investigador de la UNAM, Marcos Adrián Ortega Guerrero.
“El agua, en ese entonces, estaba relativamente a flor de piel, hay recuerdo algunas norias; pero el abatimiento se fue dando, por lo que el primer decreto de veda rígida (para no perforar más) se dio en 1958, pero vemos a partir de ahí se dio un fenómeno como sí se hubiera hecho una invitación a perforar más”, aseveró Aguilar García.
Es así que se ha buscado con la investigación es comprender lo que pasa, comentó, ya que consideró que si bien hay mucho agua en el mundo, el problema es la disposición que se tiene, más aún con el agua subterránea donde de a 1 a 1.5 litros por segundo se va abatiendo el caudal por año, hay lugares donde llega a 2.5, por lo que desde el campo experimental él se ha percatado que el agua subterránea tiene muchos años de haber ingresado.
Las propuestas
Con una experiencia previa, implementó un sistema denominado “rotura vertical” con el propósito de anteponer los conocimientos locales para acondicionar el suelo que ya está sumamente dañado, por lo que en investigación de campo se ha percatado que más del 90 por ciento del campo está dañado por compactación humana por labores inadecuadas “con la falta de respeto, de cariño y amor a lo que estás haciendo, el amor a la tierra; se ve solamente el amor al dinero, tristemente”.
Si bien considera que se puede obtener ganancias considerables de la producción agropecuaria, para ello debe trabajar en conservar el medio ambiente.
Aunque nació en Tamaulipas, ya es un ludovicense más, al pasar más de 35 años de su vida trabajando en este campo experimental. Por ello, Ramón Aguilar hace énfasis en los factores que inciden en mejorar la producción, reconoce que el agua es fundamental, pero también el grado de oxigenación de la tierra, el perfil de la tierra, la materia orgánica y los elementos que contiene; además del aprovechamiento de la energía solar.
Sin embargo, sólo “la dermis respira todavía” y se limita a mayor profundidad, lo que genera daño, por lo que la alternativa de “rotura vertical” le ha funcionado demasiado.
Obteniendo resultados “mejorando las condiciones del suelo: que respire mejor, bajar la siniestralidad y que esos sistemas de producción, especialmente los de alta siniestralidad sobre todo en los plantíos de temporal”.
Sobre la alta siniestralidad, destacó que se pierde gran cantidad en porcentaje muy superiores de lo que se siembra.
Por ello, puso como ejemplo los predios de cultivo donde ha experimentado, y en uno que lleva 18 años de prueba, ha logrado tener un alto grado de efectividad, desde entonces no registra siniestralidad, con cultivos que pueden alimentar una cantidad considerable de ganado ovino, en promedio con ganancias de más de 200 mil pesos por hectárea.
Y no es el único experimento efectivo, sino que tiene otros con hasta 30 años, que dan resultados que podrían aplicarse en muchos lugares del país.
Es así que lamentó que varias autoridades y productores no se acercan para en conjunto trabajar para abatir la siniestralidad, logrando detener la erosión. Además, resaltó la riqueza energética solar que se tiene en la región, a razón de 80 kilowatts-hora, por hectárea al año.
En la zona, señaló, se registra anualmente un índice anual de lluvias de 325 a 625 milímetros de agua, por lo que antes de realizar la siembra directa se deberá acondicionar a las necesidades que se tienen, con tecnología propia.
“Así, incluso en años de pluviometría baja, consigo que no haya pérdida de cultivo sembrando pastos”, aunque también tiene estudios con cultivos básicos.
Los datos obtenidos se han podido conseguir con apoyo de colegas (algunos exalumnos) y compañeros que han brindado tiempo y recursos para continuar con las investigaciones.
En los talleres pueden inscribirse personas que tengan ya experiencia o que puedan sumarse respecto a los temas especializados.
Para concluir, Ramón Aguilar resaltó que la importancia del Campo Experimental puede verse en el número de visitas registradas, ya que tan sólo de 1994 a 2021 se atendió a 85 mil personas, lo cual implicó una atención de 37 mil horas dedicadas para ello.